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12/06/2024

Unos anteojos perdidos, una década de violencia doméstica y la antesala de una huida mediática: la noche en que OJ Simpson mató

Fuente: telam

Pasadas las diez de la noche del domingo 12 de junio de 1994, la celebridad del deporte y el cine estacionó en la puerta de la casa de Nicole Brown, su ex esposa. Tenía una gorra, guantes, un cuchillo y ganas de matar. Asesinó a la mujer y a Ronald Goldman, un joven de 25 años que estaba ahí por una casualidad. La secuencia de un doble crimen por el que resultó absuelto, “el juicio del siglo” y su extraña confesión

El actor y ex deportista había sido anoticiado de su detención la mañana del 17 de junio de 1994: lo acusaban de matar a su ex esposa/>

El actor y ex deportista había sido anoticiado de su detención la mañana del 17 de junio de 1994: lo acusaban de matar a su ex esposa

No se entregó. Amenazó con suicidarse. Tenía un revólver Magnum 357 en su poder. Dejó tres cartas suicidas: una para sus hijos, otra para su madre y otra para ser leída ante los medios. El mensaje decía: “No sientan lástima por mí. He tenido una gran vida, grandes amigos. Por favor, piensen en el verdadero OJ y no en esta persona perdida”. Pero no tenía forma de esconderse. Para la policía era un fugitivo. Había una ciudad buscándolo, por tierra y por aire. Viajaba en una camioneta Ford Bronco, donde llevaba ocho mil dólares en efectivo, un pasaporte, barba y bigotes postizos. Había planificado un plan de huida. No quería ser detenido.

Lo vieron circulando por la autopista interestatal 405. Eran las siete de la tarde. La camioneta la conducía su amigo y ex compañero de equipo, Al Cowlings. Él se encontraba en la parte trasera apuntando a su cabeza con la pistola. Pero no solo la policía estaba detrás de él: no alcanzaba con que las fuerzas de seguridad lo vieran. 95 millones de personas siguieron por televisión cómo veinte patrulleros perseguían en cámara lenta a una personalidad destacada del deporte y el cine que amenazaba con quitarse la vida y que era acusado de haber matado a su ex esposa. Más que una persecución, era un desfile, una procesión, el ocaso de una estrella, y un episodio que anticipó cómo actuarían los medios periodísticos del próximo siglo. “Hay algunos momentos en la cultura estadounidense que han transformado la forma que tenemos de ver el mundo y creo que esa persecución fue, sin duda, uno de esos momentos. Fue surrealista, fue un reality show”, describió el abogado experto en el caso, Marcellus McRae.

La camioneta recorrió ochenta kilómetros durante casi dos horas hasta que estacionó frente a la casa del acusado. Cuarenta y cinco minutos tardó OJ Simpson en bajar y entregarse a la justicia. Pero el 3 de octubre de 1995 lo absolvieron. El jurado se tomó apenas cuatro horas para tomar la deliberación. El sospechoso había invertido veinte millones de dólares para que lo defendiera un reconocido banquete de abogados, integrado por Johnnie Cochran, Robert Kardashian -padre de Kim- y Robert Shapiro. Apelaron a que su defendido purgaba una acusación racial que él mismo no asumía en sus declaraciones públicas cuando se describía ni negro ni blanco, sino simplemente “OJ”. La fiscalía acumuló errores vitales: presentó como testigo a un policía con antecedentes de conducta racista y con gustos por objetos nazis, y le pidió al asustado que se probara guantes que ya no le entraban. Todo el proceso se televisó. Los medios lo llamaron “el juicio del siglo”.

La confesión de OJ Simpson

OJ Simpson fue absuelto en 1995 pero declarado responsable de sus muertes en un juicio civil dos años después. Los magistrados lo obligaron a abonar treinta y tres millones de dólares en daños y perjuicios, que nunca pagó. Ese mismo año, Fred Goldman, padre de Ronald, afirmó que renunciaría a toda la indemnización a cambio de una confesión firmada. Debió contentarse con los derechos de un libro que iba a llamarse Si lo hubiera hecho, sobre supuestas conversaciones con Simpson, pero cuyo título se modificó cuando la familia de la víctima recibió la potestad sobre la obra. Se publicó con el nombre Si lo hubiera hecho: confesiones del asesino, con la palabra “si” escrita de modo diminuto, casi imperceptible.

El material se lanzó en 2007. Incluía las declaraciones confusas e hipotéticas que OJ Simpson había revelado en diálogo con Judith Regan, la editora del libro, un año antes. El reportaje se guardó durante doce años. La cadena de televisión estadounidense Fox lo mostró en marzo de 2018 en un documental titulado O.J. Simpson: The Lost Confession. Habían pasado cinco meses de que el entrevistado saliera bajo fianza del correccional de Lovelock, en Nevada, tras pasar nueve años detenido por haber robado a un coleccionista de un hotel de Las Vegas los trofeos deportivos que él mismo había ganado.

En su extraña confesión, dice estar acompañado de un cómplice llamado Charlie. Se ve en la camioneta Bronco rumbo a la casa de su ex esposa. “Sea lo que sea que esté pasando, esto tiene que parar”, piensa. Dice que como no puede llevar un arma, siempre tiene un cuchillo en la camioneta, y que Charlie lo tomó antes de bajarse. Cuenta que en la casa había música y velas, y que había una persona que no sabía quién era (Ronald Goldman). Relata que empezó un forcejeo con Nicole. “Hacía dos semanas que la situación era cada vez más irritante”, aduce. “Recuerdo que agarré el cuchillo, recuerdo eso, que le saqué el cuchillo a Charlie y, para ser honesto, después de eso no recuerdo nada, excepto que estaba ahí y estaban pasando cosas. Vi sangre. Nunca vi tanta sangre en mi vida”. Interrumpe su exposición con una risa macabra, inesperada. “Odio decirlo, pero esto es hipotético. Lo siento, pero tenemos que volver atrás otra vez. Es difícil hacer que la gente piense que soy un asesino”.

El hombre que asesinó a dos personas, que cometió un femicidio, que durante una década ejerció violencia física y psicológica sobre su esposa y que solo fue condenado a prisión cuando robó, murió de cáncer el 10 de abril de 2024. Tenía 76 años.

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