Lunes 5 de Mayo de 2025

Hoy es Lunes 5 de Mayo de 2025 y son las 07:20 -

20/11/2024

El legado del Padre Opeka en Argentina y la obra de un joven de 37 años que sueña con erradicar la pobreza del país

Fuente: telam

Gastón Vigo Gasparotti fundó Akamasoa Argentina, una ciudad comunitaria inspirada en la obra que realiza el padre Pedro Opeka en África. Ubicada en Lima, provincia de Buenos Aires, en la actualidad se construye allí un colegio y un centro de salud

>Akamasoa significa “buen amigo” en lengua malgache, la que hablan en la isla africana de Madagascar. Ese nombre representa al movimiento solidario fundado por el sacerdote argentino En Argentina, esta comunidad fue fundada por Gastón Vigo Gasparotti, un joven que desde muy chico se sintió interpelado por los males del mundo y, hundido en las lecturas en busca de respuestas decidió que debía hacer su parte para curar, al menos, las heridas que veía más cerca, las de su país. Así, una tarde de 2018, mientras hojeaba un diario encontró una entrevista que le habían realizado al Padre Opeka y en sus palabras encontró lo que estaba buscando: los pilares para comenzar el camino que ya se había trazado y que estaban en la educación y el trabajo.

Hace seis años inició su obra que hoy lo encuentra construyendo nuevas viviendas en un predio que supera las siete hectáreas, un colegio que contará con todos los niveles educativos y un centro de salud de 600 metros cuadrados para las personas que viven en Lima, una localidad ubicada en el partido de Zárate, a 90 minutos de la ciudad de Buenos Aires.

“Esta idea no es asistencial sino todo lo contrario. Es preservar la dignidad del individuo, invitarlo a educarse, invitarlo a trabajar e invitarlo a tener disciplina. De esa manera, hasta ahora, levantamos 14 viviendas, armamos dos invernaderos hidropónicos, más de 60 huertas familiares. Hicimos dos galpones de oficios, tres espacios de Educación Inicial, uno de Educación de Adultos. También pudimos armar 12 módulos de acogida para situaciones de emergencia que, aunque son personas que sueñan con tener su propia vivienda, viven en una realidad que requiere solución inmediata. También, creamos una cocina industrial, un comedor y estamos avanzando en la construcción del hospital y del colegio”, resume Vigo Gasparotti en diálogo con Infobae.

Gastón tiene 37 años. Nació en Santa Fe capital, es licenciado en Administración de Empresas, doctor en Economía y magíster en Economía Política. Escribió seis libros en los que refleja distintos análisis sobre la pobreza. Hasta los 25 años trabajó en una empresa y era parte del mundo corporativo.

De niño, estudió en el colegio jesuita de la Inmaculada Concepción, el mismo lugar donde Jorge Bergoglio fue maestro de literatura entre 1964 y 1965. Orgulloso de esa etapa, recuerda que esa escuela tenía un lema: “Ser hombres para los demás”, un precepto que hizo suyo. Fue con esa institución que inició su trabajo de misionero, y así se conectó definitivamente con otras situaciones sociales.

Gastón tenía 16 años cuando supo de la existencia del Padre Pedro Pablo Opeka. Hasta ese momento, conocer que en Argentina había niñas y niños con desnutrición no lo dejaba dormir. Pensaba en que alguien pudiera superar esa situación también podría tener problemas de diversa índole. “Si el chico se recupera, ¿A qué escuela iría?, ¿Iba a comer allí?, ¿Sus padres trabajaban?, ¿Cómo vivía su familia? En todo eso pensaba...”, revive los días previos a encontrar su camino.

El 3 de julio del 2018, el Padre Opeka, que vive en África desde hace 50 años, llegó al país. “En una de las tantas conferencias que dio, le escuché decir una frase, que a mí me conmovió: ‘¡Si vas a ayudar, ayudá hasta el final!’”. Esa frase fue la respuesta final a todas las preguntas que se había hecho.

Supo del trabajo realizado en Akamasoa, la ciudad de Madagascar famosa en el mundo por haber sido creada de cero por el Padre Opeka, cuando prometió a los habitantes más necesitados de ese país africano que les daría una vida digna. Así, el cura argentino inició la construcción de las casas para las familias que vivían en los basureros y que ellos mismos levantaron con sus propias manos. Poco a poco y con la ayuda de jóvenes voluntarios construyó las viviendas para los más de 20.000 habitantes del lugar.

Se acercó al sacerdote, con ayuda de la hermana, y le dijo que él quería traer su obra a la Argentina. Viajó a Madagascar para vivenciarlo, experimentarlo y saber de qué se trata Akamasoa, reconocida por ser una ciudad “en constante movimiento, con sus circunstancias adversas, pero con una maravillosa interpretación de la complejidad humana”, describe Vigo Gasparotti.

Emergió con los excluidos y los abandonados. No se edificó para ellos sino con ellos”, asevera Vigo Gasparotti sobre el inicio de esa obra en la nación insular ubicada frente a la costa sureste de África, a la que Gastón describe como “un infierno de hambre”. Pero también testigo del cambio: “Comprobé la trascendencia que implica que hayan sido capaces de sacar a medio millón de personas de la miseria más brutal”.

“Somos un movimiento de solidaridad que trabaja sin descanso para replicar la obra del padre Pedro Opeka, aquella que rescató a 500 mil personas de la pobreza”, cuenta la descripción de esa obra en su página web.

Todo eso forma parte de la obra que levantó junto a los miles de voluntarios que llegan cada año para trabajar con a la par de las familias de Lima. El día comienza a las 8.30 con el desayuno de niñas y niños. Luego es el turno de los los adultos y finalmente a las 9.30 comienzan las tareas. “Los niños van a jornada extendida al jardín municipal y luego vienen al nuestro. Cada tantas semanas tienen controles oftalmológicos, odontológicos, y las mujeres se realizan revisiones ginecológicas. A todos los adultos se les hacen estudios cardiológicos y se resuelven todos sus problemas de salud”, explica.

“¿Por qué esta primera comunidad está en Lima? Porque de las 5.000 villas que tiene la Argentina, yo ya conocía 350 y en 17 había tenido un trabajo más permanente. Empecé a imaginar qué condicionamientos podía tener a favor para hacer una obra como la de Pedro, que son 22 comunidades que terminan conformando esa ciudad de 60.000 personas. Entonces entendí que Lima explica muy bien la tragedia argentina: es un lugar con centrales nucleares que no tiene un hospital; un sitio de 35.000 personas que tiene siete villas; que tiene dos de los polos industriales más grandes del país. Entonces, por qué no hacer un polo de solidaridad, si vamos a capacitar y a formar gente para insertarse. Además tenemos la posibilidad de convocar gente de San Pedro, Rosario, Santa Fe, Buenos Aires, y de donde fuera”, detalla.

Este, asume que es el camino definitivo que tomó su vida y que ya no hay marcha atrás. “Lo hago con mucha satisfacción. Cuando vienen las decepciones, recuerdo una frase de Pedro y me ayuda a seguir la vida: ‘Hay que perdonar, olvidar y continuar’”.

Junto a su pareja, Candelaria, también involucrada en la comunidad, Gastón planea regresar a Madagascar el 25 de diciembre para recibir allí el Año Nuevo y reencontrarse con Pedro.

Cuando estás a su lado, te das cuenta de que estás con un hombre que bailó con la humanidad; que no subestimó la vida de nadie y que tampoco se quedó con la idea, yo creo errónea, de que los pobres estarán bien cuando estén en otro plano, y que ahora no hay que hacer nada por ellos. Él dijo todo lo contrario: si Dios existe, hay que hacer algo y si no existiera también”, comparte las ideas de Opeka.

Conmovido, continúa: “No agradezco lo que pasó, pero sí me doy cuenta de que me dio una sensibilidad especial para entender el dolor del otro y abrazar ese dolor para ayudar a sanar. Quizás, la mayor venganza que uno puede tener cuando alguien te hizo daño, es tratar de ser feliz y tratar de tener una vida en la que te sientas íntegro”.

Fuente: telam

Compartir